Yo lo llamo ser voluntario
Ayudar a los demás es una máxima que trasciende generaciones, clases sociales y culturas. El ser humano está programado para relacionarse y esa necesidad básica va innegablemente asociada a ayudarnos entre nosotros. Por ésta y muchas otras razones, el compromiso que se genera a través del voluntariado es algo tremendamente necesario para la sociedad.
La voluntad del voluntario hace posible que se distribuya la ayuda a personas que, de otra forma, no tendrían acceso a ese apoyo, acompañamiento y ayuda que precisan. El espíritu altruista es el primer requisito de cualquier persona que hace labor social, sin embargo, se habla poco de lo que ellos reciben.

A través de ALMA conocemos la historia de Ernesto y Mateo. Ernesto está jubilado (estuvo más de 30 años trabajando en una oficina de “la Caixa”) y ahora es un voluntario muy activo que dedica parte de su labor a acompañar semanalmente a Mateo, un niño con trastorno del espectro autista del colegio Leo Kanner de Madrid.
Cada semana, se encuentran en la piscina donde Mateo acude junto con otros niños de su colegio para tener su clase de natación. Ernesto se encarga de acompañarle y vigilar que no se quite el gorro, que respete el carril o que no trague agua de más. Son pequeños detalles que no parecen importantes pero que se han convertido en parte de su rutina y que han hecho que se genere un vínculo de confianza entre ellos. Gracias a esto, Ernesto cuenta cómo las reacciones de Mateo y sus muestras de cariño hacia él, le devuelven mucho más de lo que él esperaba.
Esta es una de las historias, de compromiso e ilusión, que inspira la nueva campaña de la Fundación que tiene como lema: Nosotros lo llamamos ”la Caixa”.